Sequía en el siglo 21, un enfoque global
La última década se ha caracterizado por la ocurrencia global de diversos eventos meteorológicos extremos como lluvias de gran intensidad, inundaciones, huracanes, sequía y olas de calor nunca antes vistas en determinadas zonas. Entre algunos ejemplos del pasado reciente se incluyen incendios forestales en Australia, calor extremo en el Ártico, sequía en México y África y olas de calor en Europa.
¿Son estos eventos meteorológicos normales? Algunas de las preguntas más importantes que los geocientíficos están tratando de contestar se relacionan con los patrones del estado del tiempo y el clima en el pasado y si esos patrones se pueden replicar en el presente y/o en el futuro. Para los geocientíficos, el pasado es la clave del presente. Pero ¿cómo podemos estudiar eventos meteorológicos y climáticos que sucedieron en el pasado? Es evidente que no podemos volver al pasado para realizar mediciones con instrumentación actual. Afortunadamente, los paleoclimatólogos—científicos que estudian el clima terrestre del pasado—pueden utilizar diversas herramientas de medición para determinar cómo era el clima desde hace cientos hasta miles de años atrás. Algunas de esas herramientas pueden ser: dendrocronología, geocronología de estalagmitas, mediciones de gases en muestras extraídas de capas de hielo o glaciares y geocronología en sedimentos de lagos.
No es hasta los años ochenta que diversas tecnologías como satélites y sensores fueron desarrollados y utilizados para obtener datos geoespaciales, un proceso denominado como percepción remota. La obtención de estos datos ha permitido a los geocientíficos observar cambios con el paso del tiempo en el suelo y hasta la atmósfera terrestre. Asimismo, han utilizado la percepción remota en conjunto con modelos computacionales climáticos con el propósito de incrementar la comprensión del comportamiento del clima en la Tierra.
Recientemente, ha habido un interés particular en cómo pequeños cambios en los patrones climáticos pueden inducir eventos meteorológicos extremos. Un ejemplo importante de tales eventos es la sequía debido al gran impacto que tiene en la sociedad humana (Dracup et al., 1980; Wilhite, 2000), el ambiente y la desertificación del suelo.
De acuerdo con un estudio realizado por Ndehedehe et al. (2023), la magnitud de la sequía global puede ser estudiada a partir de la combinación de datos obtenidos mediante percepción remota y Modelos Climáticos Globales (p.ej. CMIP6). El Índice de Precipitación y Evapotranspiración Estandarizado (SPEI, por sus siglas en inglés) (Vicente-Serrano et al., 2010) fue utilizado como un indicador de sequía. Los datos obtenidos por dichos autores muestran que el déficit de lluvia se ha venido incrementando desde 1980. Además, el aumento en la temperatura ha incrementado la tasa de evapotranspiración. Combinados, estos dos factores producen altos valores de SPEI, que a su vez, pueden ayudar a identificar en qué regiones puede ocurrir sequía severa.
Las proyecciones climáticas para el futuro realizadas por dichos autores muestran que para el fin del siglo 21, las proporciones globales de regiones afectadas por sequía disminuirán. Sin embargo, si una determinada región es afectada por sequía, su duración se prolongará en comparación con su ocurrencia en el pasado. Una sequía prolongada puede tener un gran impacto en la disponibilidad de agua, debido a que los reservorios naturales de agua como ríos, lagos, lagunas, acuíferos y el suelo entrarán en un estado de estrés—perderán agua o simplemente no podrán capturar suficiente cantidad.
Adicionalmente, este problema se verá exacerbado debido a que las tendencias actuales muestran un incremento en la demanda de agua y en la degradación ambiental. Actualmente existe suficiente evidencia que demuestra que las actividades antropogénicas y las emisiones de gases de invernadero tienen implicaciones importantes en el cambio climático (e.g. Chiang et al., 2021), lo que significa que probablemente también afectarán la ocurrencia de sequía.